Como profesional de la psicología, en este ámbito, mi propósito y mi objetivo es inspirar a las personas para que den la mejor versión de si mism@s.
Ultimamente en nuestro Centro de Psicología estamos tratando varios casos de superación personal muy relacionados con la idea de progreso. Ya no sólo os hablo de progreso a nivel laboral, sino de progreso vital, general, un proceso que atañe a varias facetas de nuestra vida, y que en muchas ocasiones, cuando una persona se propone progresar, lo hace de manera global porque algo ha cambiado en su manera de pensar y de entender el mundo.
Ultimamente, observo en el marco empresarial cómo se están creando movimientos que instan a fortalecer los valores empresariales, transformar empresas, siempre desde un punto de vista ético, y de puesta en valor de ideales, en fin, de aprender, emprender y mejorar.
Me gusta la idea de poder trasladar esto al plano personal, psicológico y social, porque a partir del cambio en las personas, es cuando podemos dar el cambio también en el resto de aspectos de nuestra vida.
Por ello, hoy quiero hablaros de la importancia que tiene el sentirse bien consigo mism@, y cómo se mejora.
Transformar ideas, transformar personas
Nadie dijo que fuera fácil, pero poco a poco, con pequeños objetivos, siendo conscientes de todas las acciones que hacemos en nuestro día a día y con un poco de motivación, vamos a poder mejorar, sentirnos mucho mejor con nosotros mism@s, poner en valor nuestras virtudes y finalmente querer más y que nos quieran más.
El miedo a socializarse se manifiesta en personas que tienen temor a ser rechazadas por la sociedad, también en personas muy tímidas o introvertidas, o en personas que tienen gustos o aficiones distintos a la mayoría de las personas de su entorno social. También se da en personas que tienen un nivel de autoestima bajo ya sea por traumas o por situaciones vividas con anterioridad.
Manifiestan incomodidad o en casos extremos impotencia al enfrentarse a actos públicos, a hacer nuevos amigos, a tener relaciones de trabajo con normalidad, y por lo general presentan rubor, temblores, sudoración, imposibilidad para concentrarse, obsesión por no poder manejar la situación, etc.
No debemos confundir con situaciones puntuales a las que normalmente todos nos hemos tenido que enfrentar, como por ejemplo, cuando íbamos al instituto y teníamos en hablar en clase, que notabas que te ardía la cara de lo roja que la tenías, y no querías darle la mano a nadie porque la tenías chorreando de sudor… Si son situaciones puntuales que mal o bien, hemos ido afrontando y superando, todo es correcto. De hecho poco a poco la experiencia y la vida, nos va enseñando a superar las cosas y después de los años nos enfrentamos a situaciones que quizás hace tiempo serían impensables para nosotros.
En cualquier caso, para determinar cual es el origen de ese miedo a socializarse y por consiguiente, para poder superarlo tendremos que hacer un ejercicio de reflexión que nos permita ir más allá y descubrir las causas de este trastorno.
Es curioso cómo en ocasiones se repiten los patrones de comportamiento en parejas que trato en mi consulta. Esto no quiere decir que nos comportemos igual unos y los otros, por supuesto que cada persona y cada pareja tiene dinámicas distintas, pero en este caso, sí que normalmente observo muchos paralelismos entre parejas que se enfrentan a esta problemática.
Normalmente lo que ocurre es que hay un miembro de la pareja, ya sea hombre o mujer que es poco expresivo mostrando sus sentimientos, y el otro miembro de la pareja es más cariñoso y efusivo. La problemática aparece cuándo la persona que es más efusiva considera que la otra persona es demasiado fría y quiere que la otra persona exteriorice y demuestre más sus sentimientos.
Ya no es una cuestión sólo de la persona que es menos expresiva, sino también de la persona más cariñosa y de su nivel de exigencia, comprensión y necesidades. Una pareja es una cuestión de dos, y va a depender de la compatibilidad, comprensión y voluntad de las dos personas. Muchas veces se cae en el error de cargar con la culpa a la persona inexpresiva y agravar todavía más el problema, cuando hay que analizar detenidamente las necesidades de cada uno e intentar hacer un esfuerzo por las dos partes.
Hoy os quiero hablar de cómo mejorar a nivel personal. En concreto, una actitud que es muy frecuente en nuestra cultura española, y es la cabezonería. El hecho de querer tener siempre la razón o querer que las personas hagan las cosas como nosotros queremos, encierra tras de sí el problema del orgullo. En realidad, es una cuestión de orgullo y también de falta de inmadurez, lo que nos empuja a ser cabezotas. Lo más normal es que alguno de tus padres, o tu pareja, tu hermana, o tú mism@ sea muy cabezota, y a veces esto genere pequeños conflictos, incluso grandes conflictos en las relaciones personales.
Cuando entra el orgullo
Ser demasiado orgulloso, puede convertirse en un gran problema para relacionarnos con nuestros familiares, amigos, etc., y a veces, es el origen del aislamiento, de dificultades en la socialización, de problemas de convivencia, de falta de autoestima, y un largo etcétera.
Así que hay que estar muy pendientes si vemos que una persona de nuestro entorno tiene actitudes demasiados orgullosas que puedan derivar en falta de respeto hacia sus seres queridos más cercanos.
No hay que llevar el conflicto a lo personal. Muchas veces, hay personas que se ofenden a nivel personal si alguien les lleva la contraria. A veces, esto ocurre porque no están acostumbrados a que les lleven la contraria, y están acostumbrados a que todo el mundo haga lo que ellos dicen. A veces esto ocurre en la educación de hijos únicos, que sin quererlo los padres, les conceden todos sus caprichos, y puede desembocar en que esa persona sea una pequeña tirana, y también algo inmadura con respecto a las relaciones con los demás. Hay que hacerles entender que el hecho de no estar de acuerdo con ellos en algo, no significa que estén equivocados, porque esto afecta directamente a su autoestima.
Estamos en la vuelta de las vacaciones, de un verano, que seguro que hemos aprovechado a tope en la medida de lo posible, según el trabajo y las obligaciones nos hayan permitido.
El verano es una época en la que nos sentimos más relajados de lo normal, más predispuestos a nuevas experiencias, es un período muy propicio para las relaciones sentimentales, ya sean esporádicas o aquellas que supongan el comienzo de una pareja nueva. Es cierto que muchas de ellas, se quedan en “amor de verano” porque se dan en circunstancias muy concretas que son difíciles de repetir a lo largo del año, y que impiden que las relaciones proliferen más allá de la época estival.
Durante el verano, muchas personas viajan a conocer otros lugares, y por consiguiente otras personas. Algunos viajan realmente lejos, y otros lo hacen a nivel nacional, hacia las zonas turísticas, destinos de playa, etc. Cuando pasadas las vacaciones, volvemos a nuestro lugar de origen, es cuando tendremos que reflexionar y valorar el peso de la relación.
También se dan otras circunstancias por las cuales las parejas se ven abocadas a una relación a distancia, y esto ocurre fundamentalmente por una cuestión económica y profesional. Actualmente en nuestro país, tenemos una situación económica y laboral delicada con pocas oportunidades de trabajo dependiendo del sector, lo que hace que muchas parejas estén separadas porque uno trabaja aquí y el otro trabaja allá, siendo difícil cambiar de ciudad manteniendo el mismo tipo de trabajo. Esto hace que muchas parejas lleven separadas muchos años, sin tener muchas posibilidades de cambio, a no ser que se planteen un cambio en su situación laboral.
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