Algunos de mis pacientes me dicen Sara, yo no puedo con esto, yo no tengo suerte, y veo que entre algunos de mis pacientes existe un denominador común, una conducta derrotista, que por cierto, hay que matizar que es un sentimiento irracional, de la cual no tenemos que sentirnos culpables.
Algunas de las expresiones que suelen utilizar mis pacientes son:
“Es que yo nunca voy a poder conseguirlo”, “es que todo me sale mal”. Y sin embargo ellos piensan o ven a su alrededor que hay otras personas que sí que pueden conseguirlo.
Siempre les comento a mis pacientes que una de las cuestiones más importantes a la hora de afrontar nuestros objetivos y buscar nuestros logros, es la motivación, sin embargo, la motivación no lo es todo.
¿Por qué la motivación a veces nos falla?
Es una cuestión biológica, nos puede ocurrir que un día vamos a estar cansados, no nos encontramos bien, atravesamos momentos difíciles o simplemente por cuestiones que no podemos determinar, ese día no nos apetece hacer tal cosa, o esforzarnos, en definitiva, perdemos nuestra motivación.
¿Cómo podemos llegar a nuestros objetivos si nos falla la motivación?
En nuestra sociedad, cada vez más, estamos acostumbrándonos a la falta de sufrimiento. El sufrimiento es una parte vital y necesaria de nuestra vida, que nos ayuda a superar crisis, etapas, a esforzarnos, etc. A veces, el sufrimiento no tenemos que verlo como algo negativo sino todo lo contrario. Es una manera de romper barreras y de superación de nosotros mismos.
¿Por qué os hablo del sufrimiento?
Sobre todo, a donde quiero llegar es al gran aliado del éxito. Para llegar a tener éxito en aquello que nos propongamos, además de la motivación, el gran caballo de batalla que nos conducirá hacia nuestros objetivos, en cualquier aspecto de nuestra vida, es el HÁBITO.
¿Piensas que serías mucho más feliz si fueses más guapo, más simpático o más inteligente? ¿Eres de las personas que no se atreve a luchar por sus sueños porque piensas que son inalcanzables? Si te has identificado con alguna de las preguntas que te he hecho, pienso...
En algún momento de nuestra vida, es posible que nos veamos en la tesitura de tener de elegir un profesional de la psicología, ya sea porque nosotros mismos lo necesitamos o tenemos que buscarlo para alguno de nuestros familiares o amigos. Para nuestros padres que quizás atraviesan etapas difíciles de su vida, o incluso para nuestros hijos, que en la primeras etapas de vida, necesitan la ayuda de un especialista para tratar determinadas conductas o trastornos.
Si nos enfrentamos a esta situación y debemos de elegir un psicólogo, os voy a dar una serie de consejos muy útiles sobre cómo elegir un buen psicólogo, que partiendo de mi propia experiencia, espero que os sirvan de ayuda.
En primer lugar, una de las cuestiones más importantes a la hora de elegir un buen psicólogo es informarse bien acerca de tres aspectos fundamentales, como son la FORMACIÓN, la EXPERIENCIA, y las OPINIONES DE LOS PACIENTES.
Si no conocemos a ningún psicólogo o ningún amigo o familiar nos puede recomendar alguno, y tenemos que buscar desde cero, tenemos que fijarnos en estos tres puntos, que son los más importantes a los que podemos tener acceso desde fuera.
Después de estudiar estos tres puntos, podemos entrar en materia y hacer una toma de contacto con el profesional para expresarle alguna de nuestras dudas.
LA FORMACIÓN
Yo os aconsejo que para elegir un buen psicólogo hay que informarse bien sobre la formación que tiene. Es muy importante que sea un psicólogo titulado, con una licenciatura y varios masters, que demuestran que aparte de su formación reglada, se ha esforzado y ha continuado su formación especializándose en diversas disciplinas. Hay que tener en cuenta que un profesional de la psicología tiene que hacer frente a diversas patologías, trastornos, etc. que hacen que el psicólogo tenga que tener conocimientos a la vez amplios y a la vez específicos de las materias que trata habitualmente.
Afortunadamente vivimos en una sociedad y en concreto un país en el que se ha avanzado mucho en cuestión de libertad en la orientación sexual. Sin embargo, a nivel social, aunque todas las personas tengamos los mismos derechos, todavía tenemos que pelear por la igualdad real, ya que nuestra sociedad tiene aspectos culturales que hay que superar para que todas las personas independientemente de su orientación sexual se sientan libres y no cuestionadas por los demás. Aunque los medios de comunicación, las redes sociales, y la educación, inciden en la tolerancia e igualdad, es cierto que ciertos ámbitos de nuestra cultura a veces no son abiertamente tolerantes, y es necesario seguir luchando en este sentido.
Aunque la libertad en este sentido es un derecho, es cierto que en el día a día, por ser ya no sólo homosexual, sino también bisexual o transexual, muchas personas tienen que enfrentarse a malas caras, insultos, sentirse incomprendidos, o no aceptados por una parte de la sociedad. Bien es cierto que esta tendencia poco a poco se va revirtiendo, pero es gracias al trabajo de todas las personas que se esfuerzan para que se visibilice el problema, para que se apliquen los derechos de forma correcta, personas que se esfuerzan por construir una sociedad más libre y más justa.
Desde un ámbito psicológico, en nuestra consulta, he atendido a algunas personas que debido a su orientación sexual sufrían ciertos problemas por no ser capaces de asumirlo o por tener que enfrentarse a un entorno social intransigente, cuestión que les causaba estrés, ansiedad, trastornos de sueño, etc., y que les impedía hacer una vida normal y en libertad. En primer lugar, en estos casos, yo incido en mis pacientes en que lo primero es abordar las cuestiones que dependen de sí mismos. Porque en muchas ocasiones sí que vamos a poder transformar nuestro entorno, pero en otras ocasiones, no será posible y por ello, lo importante es que la autoestima de la persona esté fuerte y pueda hacer frente a todas las dificultades que le puedan sobrevenir.
He recibido esta carta de uno de mis pacientes, y quería compartirla con vosotros porque detrás de este mensaje, hay un hombre que ha conseguido avanzar y hacer frente a sus circunstancias.
Me interesa en especial comentaros este caso porque ya no sólo ha dependido de él, el salir adelante, si no que ha sido fundamental la labor de los especialistas. ¿Por qué especialmente?
Resulta que este paciente llegó a mí con un diagnóstico erróneo. Le habían diagnosticado un trastorno psicótico y estaba tomando fármacos anti psicóticos en ese momento. Al ver que no obtenía mejoría y que incluso se encontraba mucho peor, decidió acudir a nuestra consulta de psicología clínica. Después de varias entrevistas, el estudio del diagnóstico y el trabajo colaborativo con su psiquiatra, pudimos determinar que había habido un fallo diagnóstico y que no padecía ningún trastorno psicótico. En este caso en concreto, mi paciente es una persona normal que tenía un cuadro de ansiedad y un problema muy grave con su pareja.
Por ello es tan importante hacer un buen diagnóstico siempre en colaboración con los distintos profesionales, concretamente en casos de este tipo, desde la unión de la psiquiatría y la psicología, para que el tratamiento del paciente sea el correcto en todo caso. Si este paciente no se llega a diagnosticar correctamente, a día de hoy, seguiría con un tratamiento farmacológico con medicación psicótica.
Un día estaba en la farmacia esperando mi turno y había una chica delante de mí que le comentó a la farmacéutica que tenía mucho dolor de estómago, que tenía una sensación como de tener el estómago cerrado, y creía que había cogido un virus o algo similar y le preguntó a la farmacéutica si le podía dar algún protector de estómago o algún medicamento de ese estilo. Entonces la farmacéutica, muy sabiamente, le comentó a la chica, y ¿si quizás lo que tienes es ansiedad? En ese momento, la chica se quedó inmóvil, muy pensativa, y daba la sensación que estaba repasando la vida que había llevado durante los últimos tres o cuatro días, y su cara era de perplejidad, porque nunca había tenido esos síntomas, ni podía relacionarlos con otra cosa que no fuera puramente física. Parecía asombrada y al mismo tiempo aliviada y preocupada, porque podía poner nombre a lo que le estaba ocurriendo, pero sin embargo, al ser la primera vez que le pasaba no sabía cómo actuar. Enseguida la farmacéutica, le dijo que no se preocupara, que de momento, no se tomara nada, que se fuera a descansar, y a que la cuidasen un poquito en casa, y que si al cabo de unas horas, seguía encontrándose mal, que acudiera al médico.
Yo también me quedé muy pensativa, porque me recordó a muchos de mis pacientes, cuando acuden a mí, después de mucho peregrinar y después de descubrir, y otros muchos casos sin descubrir, lo que les ocurre.
Estos episodios de ansiedad, en muchas ocasiones, desembocan en ataques de pánico mucho más agudos y extremos, y que son difíciles de manejar para muchas personas.
Ante todo, la calma, la tranquilidad y el hecho de saber lo que te está pasando, es lo que hace que puedas superarlo. En España, según varios estudios realizados, alrededor del 10% de la población adulta ha sufrido alguna vez un ataque de pánico o de ansiedad. Normalmente estas crisis activan un sistema de alarma extrema. Detrás de esas crisis puede haber muchos factores, muerte de un familiar, una noticia trágica, un suceso traumático, incluso puede ser el culmen de un período en el que se ha soportado mucho estrés, o se ha llevado en silencio una carga muy fuerte, etc.
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